“El voluntariado en terreno es un trabajo en toda regla”

El palmesano Juan Miguel Pérez, osteópata y quiropráctico, ha viajado a Camerún para realizar una asesoría en el servicio de fisioterapia de dos centros médicos

Para Juan Miguel, la cooperación forma parte de su compromiso profesional. Además de colaborar durante años en su ciudad, Palma de Mallorca, con la Asociación Siloé para internos con VIH, ha desarrollado proyectos en India, Nepal, Perú, Bolivia y Honduras.

¿Siempre lo ha tenido tan claro?

Lo cierto es que sí, cuando estudiaba tenía un profesor que decía que yo sería “el buen samaritano de la osteopatía” porque ya tenía este objetivo claro. Mi motivación sigue intacta.

Hace poco decidió ampliar su experiencia sobre el terreno cambiando de continente.

Sí, hace tiempo que buscaba un programa de trabajo interesante en África. Navegando por la red encontré la página web de Fundación Recover, presenté mi proyecto, nos entrevistamos… ¡y se cumplió! Esta experiencia en África me ha reafirmado.

El voluntariado, realizado en el Centro de Salud Monavebe y en el Hospital Saint Rosaire, ha durado más de dos meses, ¿cuál era el objetivo?

El proyecto tenía por objetivo general la mejora de la atención al paciente de fisioterapia. Más concretamente, mejorar la gestión del servicio, reforzando las competencias de sus profesionales y la utilización óptima de los recursos existentes. Para lograrlo llevamos a cabo la formación de seis profesionales y realizamos una campaña de atención a pacientes con más de 230 tratamientos. En Saint Rosaire, además, realicé la parte de seguimiento y control, ya que está en construcción un nuevo edificio con salas de terapia y gimnasio con aparatos de rehabilitación, financiado a través de Fundación Recover.

¿Y cómo ha sido el día a día?

En terreno los días están bien ocupados.  Es un trabajo en toda regla.  Clases teóricas de formación académica, prácticas con atención directa a pacientes reales, reuniones con la dirección y con el personal, propuestas de mejora, cambios estructurales, registro de pacientes, historiales clínicos, actualización de bases de datos, preparación de informes y catálogos, preparación de talleres de formación… Me paseaba siempre con una pequeña libreta para anotar ideas que iban surgiendo.

¿Y el trabajo con los profesionales locales?

El trabajo con el personal local representa una interacción constante, con el compromiso de avanzar en los objetivos planteados. Normalmente ellos están predispuestos a colaborar, ya que les facilito conocimientos y técnicas nuevas, cuya utilización les permite mejorar profesionalmente. 

¿Cree que se ha cumplido el objetivo?

SÍ, el objetivo se cumplió ampliamente, ellos han reconocido su satisfacción, han integrado la información y mejorado el enfoque de sus tratamientos y el desarrollo de sus terapias. Las direcciones de ambos hospitales me han invitado a volver cuando pueda.  Me han permitido firmar su libro de oro… ¡Muchas gracias!

¿Cómo ha vivido el cambio cultural?

La llegada al país fue tranquila y amable. Me sentí recibido y acogido, integrado como uno más del equipo. La acogida es abierta y franca, son extrovertidos y exuberantes, visten con colores alegres y la comida tiene un toque picante.  Pronto te sientes arropado por la calidez de las colinas del paisaje y de las gentes que lo habitan. Pero cuando estalla una revuelta, como en todos lados, los niveles de violencia pueden ser descontrolados.  Hay más de doscientas etnias e idiomas diferentes que cohabitan en el país. Es cierto que existen diferencias, pero cuando las encuentro intento adaptarme, ser uno más. Por ejemplo, he comido serpiente, esa integración me enriquece.

Lo que sí me llamó la atención es que un gran porcentaje de pacientes acude sin historial clínico, sin diagnóstico preciso y sin datos de seguimiento.

Y además la medicina tradicional está muy arraigada.

Efectivamente, se advierte desde el principio que la mayoría de personas han acudido antes al curandero de su tribu o marabú. Han probado remedios caseros o rituales, brebajes y cataplasmas. Un remedio que me explicaron para sanar un hueso roto consiste en fracturar el mismo hueso en un animal, normalmente un pollo, y al recolocárselo, se cura el paciente. Mi interés por el tema era respetuoso, una visión antropológica de su contexto cultural y espiritual que no cuestiono; lo acepto como parte de una realidad que intento comprender. Me habían advertido de esta componente, pero la experiencia directa in situ es muy interesante.

Un paciente seropositivo relató cómo, al principio de la sesión, pensó que yo actuaba como patrón, indicando a cada uno qué hacer. Además, asistió a la conversación con otro terapeuta en la que yo le cuestionaba por usar guantes, cuando no había heridas ni llagas.  Le tomé de la mano y le recomendé que no se hiciera reproches, que tomara su medicación diaria y siguiera con la terapia física. Antes de marcharse nos agradeció la atención y nos aseguró que el interés que le habíamos demostrado le había subido la autoestima.

¿Cuáles son sus conclusiones?

Una de ellas es que la principal dificultad estriba en organizar los cursos e impartir las clases en un espacio acotado de tiempo. Significa que el programa debe estar bien estructurado.  Evitar la dispersión, distracción y las interrupciones.

Por otro lado, que toda la cadena de mando, desde Susana Romao en Madrid, a S. Madeleine Friti, directora de Monavebe, y S. Juliette Latta, directora de Saint Rosaire, son mujeres extraordinarias. Saben utilizar su poder ejecutivo con amabilidad y determinación, clave para la correcta evolución del  proyecto.

La gran ventaja es que los participantes están muy ilusionados y facilitan la labor. Mi principal aprendizaje es el modo de vida en entornos diferentes, culturas ancestrales.  Descubrir una y otra vez que los sentimientos y emociones son idénticos vayas donde vayas. Hace tiempo que los colores de la piel o las formas de vestir no representan diferencias sustanciales, solo seres humanos.

El proyecto ha dejado entonces un buen sabor de boca en Camerún…

Sin duda. Al despedirme, todo el staff del Hospital Saint Rosaire preparó una ceremonia de agradecimiento, en la que me invistieron como notable, vistiéndome allí mismo con ropas de una tela de algodón llamada Ndop que habían preparado, llena de símbolos sobre la vida y la muerte, la fertilidad de los campos, la vida eterna…  Una ropa que en principio no se puede comprar, pasa de padres a hijos, o se te concede por hechos relevantes que has realizado, por la que todos reconocen la dignidad, la humildad, la presencia.  Fue emocionante.

La utilidad del proyecto es la transformación, la humanización de las terapias, la escucha profunda, la atención personalizada e individual de cada paciente. Han aprendido y utilizan técnicas nuevas de osteopatía. Dicha metodología ha modificado su manera de trabajar; han completado su formación como terapeutas.

Y también en usted.

Por supuesto, mi valoración personal es el agradecimiento por una experiencia formidable, enriquecedora a nivel personal y profesional. Una paciente, profesora de francés en el instituto, me dijo que son un país pobre. Le contesté que son ricos en espíritu y creatividad. Recordaros que la consigna de la República de Camerún es Paz-Trabajo-Patria.

Espero que este relato anime a próximos cooperantes a decidirse. No porque no haya dificultades, sino porque en ellas encontrarán aprendizaje, coraje y audacia para superarlas. Entre los motivos más comunes encontrarán viajes extraordinarios, intercambio cultural profundo, creatividad profesional máxima, comprensión de herramientas de supervivencia diferentes, donde es fundamental evitar estereotipos…  “blanco salvando al mundo”. Se trata de colaborar mano a mano con los compañeros de trabajo.

El marzo pasado, el Papa Francisco publicó una carta sobre el trabajo cooperativo, explicando que es una forma efectiva de mejorar la sociedad, con el que se desarrollan importantes valores como las relaciones humanas, distintos de los económicos, que mueven el mundo globalizado.

Algunos historiadores explican que la Revolución Francesa fue la de la Libertad, la Revolución Rusa fue la de la Igualdad, y para el siglo XXI queda la Revolución de la Fraternidad.  Ojalá haya empezado ya.