Un viaje al corazón de nuestra historia

Por Katia Álvarez, responsable de comunicación de Fundación Recover

Líneas escritas a las puertas del Hospital Saint Martin de Porres (Yaounde, Camerún), mientras las huellas de la lluvia vuelven aún más rojizo el barro de las interminables carreteras del país.

Hace tan solo dos semanas que pisé Camerún por primera vez y aún puedo sentir en mi piel la calidez de su húmedo abrazo. Durante doce días, junto a tres compañeros de Recover, he visitado diez centros médicos con los que colaboramos en el país, en diez localidades diferentes, repartidas en el centro, sur y oeste de Camerún.

Si bien el seguimiento y evaluación de los proyectos en la región era el objetivo principal de nuestro viaje, para mí fue mucho más que eso, fue un viaje de primeras veces: desde aspectos triviales como comer el famoso plantine (plátano frito) o ducharme con un cubo de agua fría, hasta recorrer zonas rurales y urbanas, recónditas y repletas, todas ellas con un denominador común: la lucha constante de sus habitantes.

Uno de los mayores aprendizajes que han vuelto conmigo en la maleta es que África subsahariana, foco de prejuicios e ideas preconcebidas, es a su vez cuna de la alegría eterna y la necesidad llevada con tesón.

Y es que el África Negra, del que todos hablan pero al que nadie mira más que de soslayo, está llena de matices, de colores y de vidas.

Y no, no hubo espacio para el miedo, solo ese que te corta la respiración al descubrir cómo, aún en 2018, la salud de sus habitantes se escapa ante unos precios desorbitados, unos recursos inexistentes y unas condiciones de vida abrumadoras. Pero cada día, con el canto del primer gallo, las mujeres enrollan a sus niños a la espalda y con pisada fuerte y sonrisa franca, caminan hasta los centros médicos que, entre el desorden, el ruido y el disparatado ritmo de la ciudad, ponen el foco en su salud.

Y así, entre los interminables baobabs y el verde intenso de la vegetación, terminé de comprender por qué el trabajo de Recover es necesario. Y por qué nuestro objetivo fundamental es desaparecer. Pero, por desgracia, la mayor beneficiaria de este viaje soy yo, por tener la oportunidad de sentirlo como una experiencia y no como una realidad a la que enfrentarme cada día. Por eso no me queda más que tratar de aportar con mi trabajo, aunque sea el más pequeño de los granos, al futuro digno que Camerún –rico en gentes, culturas y tradiciones– tanto merece.