Un viaje de aprendizaje y ayuda, la experiencia de dos fisioterapeutas en Camerún.

En el ámbito de la salud global, el intercambio de conocimientos y la colaboración intercultural son vitales para el desarrollo sostenible. María Laínez Martí y Ana Belén Hernández Navarro, fisioterapeutas comprometidas, nos ofrecen su testimonio sobre la experiencia que acaban de vivir como voluntarias de la Fundación Recover en Camerún.

Durante tres semanas, María y Ana Belén han experimentado la intensidad y la diversidad cultural del centro y sur de Camerún, se implicaron en la vida local y en el desarrollo de proyectos de fisioterapia. Su labor diaria implicaba la realización de talleres, sesiones terapéuticas y formación, y con ello buscaban inspirar a pacientes y colegas a ver la fisioterapia como un medio de esperanza y recuperación.

“Cuando te pones las gafas de tus pacientes, sientes esa chispa de esperanza y energía depositada en el tratamiento que vas a realizar, esperando que tu sesión devuelva, por ejemplo, una fractura mal consolidada a una nueva articulación, un niño que no camina a un niño que juega, o un paciente hemipléjico a un paciente apto”, señalan.

Precisamente, la interacción con los pacientes permitió a estas voluntarias entender las esperanzas y retos a los que se enfrenta la población local. En una sociedad donde la ayuda mutua y la unidad familiar son claves, María y Ana Belén observaron las dificultades sanitarias y económicas que enfrentan, pero también la fortaleza y resiliencia de una comunidad unida.

“Nosotras, con nuestras gafas, vemos una población que vive al día, con una sanidad de pago y con pocos medios para poder afrontar las enfermedades, con unas condiciones duras de trabajo y con pocas oportunidades para el cambio, pero cuando salimos con nuestros amigos cameruneses y nos vuelven a dejar sus gafas vemos una sociedad unida, familiar, donde la ayuda del vecino es vital para la supervivencia.”

Su estancia en Camerún llevó a María y Ana Belén a reflexionar acerca de su rol en esta sociedad y a cuestionar la idealización de ser voluntario. Se dieron cuenta de que, aunque su aportación pudiera parecer limitada, la riqueza cultural y las relaciones humanas construidas eran el verdadero tesoro del viaje.

“Aprendes más de la inmersión cultural que supone convivir con tus pacientes, compartir comidas con los compañeros y disfrutar de los momentos de amistad frente a todas las diferencias culturales”, apuntaron.

Desde Fundación Recover animamos a profesionales de la salud como María y Ana Belén a explorar oportunidades de voluntariado, a sumergirse en nuevas culturas y a contribuir al fortalecimiento de sistemas de salud globales, así como al avance del conocimiento y la comprensión intercultural.